El conocimiento práctico-moral se inserta o articula en
tradiciones. Los conceptos bueno/malo reciben su sentido en la tradición moral.
Existe una visión clásica, que corresponde a una síntesis de la ética
premoderna, realizada por Tomás de Aquino y Dante. En esta síntesis hay una
confluencia de dos tradiciones éticas precedentes, la aristotélica.Este
diagnóstico se expone en Alasdair MacIntyre, Tras la virtud, Crítica,
Barcelona, 1987, capítulos I-III. 3 judía, que llega sobre todo a través de San
Agustín.
Para Aristóteles, el conocimiento ético se articula en
torno a dos conceptos: eudaimonía (la felicidad objetiva, la vida lograda), que
es la finalidad de la ética, y virtudes (los modos de obrar necesarios para
obtener esa plenitud de vida). No existe la noción de una “ley moral”, asociada
a un deber categórico, absoluto, aunque Aristóteles, como se verá más adelante,
reconoce la existencia de algunas prohibiciones morales carentes de excepción.
Por su parte, el cristianismo y el judaísmo expresan la
ética en los Mandamientos de la Ley de Dios. En esta tradición, el hombre
justo, virtuoso, es quien “cumple los mandamientos”. El cristianismo y el
judaísmo establecen un deber moral categórico, que consiste en obedecer los
mandamientos.
La investigación moral de Tomás de Aquino articula racionalmente
la tradición de la Torah y de su versión cristiana bajo la influencia de la
tradición aristotélica.
Y sin entrar en cada uno de los temas de la ética, vuelve
a proponer a Tomás de Aquino como guía en la defensa de una visión coherente a
la ética. La ética clásica, que hoy defienden sobre todo los seguidores de
Tomás de Aquino, se funda en los siguientes elementos:
a)
La naturaleza finalista del hombre es el elemento clave, perdido en la
modernidad: La naturaleza no es un “hecho bruto”. Existen dos
momentos del ser natural: el hombre en un primer momento, tal como es ineducado,
y el hombre en un segundo momento, tal como llega a ser cuando realiza su fin,
su telos. La ética otorga un conocimiento práctico acerca de cómo llegar de la
primera y segunda situación que reconoce el carácter teleológico de la
naturaleza humana, contribuyendo a la realización de su finalidad objetiva.
b)
El fin natural y objetivo (telos) del hombre es, según Aristóteles la
eudaimonía o felicidad: Sin embargo, esta repuesta es un tanto
amplia y cabe la pregunta: ¿Qué es la felicidad? Se debe aclarar si es un
objeto o un contenido (amor, dinero, placer, salud, honor, virtudes…). La
eudaimonía está en las virtudes, y para vivir según ellas se debe vivir
conforme a la razón. Para Tomás de Aquino, las virtudes pueden llevar a algo
superior a ellas mismas, a la contemplación divina (para la concepción
cristiana, Dios es el fin último).
c) Las virtudes:
son parte del bien humano, pues cuando el hombre es capaz de obrar según las
virtudes se hace mejor. Ellas son resultados (fin) y causa del desarrollo de
capacidades humanas. Las virtudes pueden ser técnicas (como en el caso del
tenista), intelectuales (como el científico) o éticas (justicia, sinceridad,
valentía, etc.). En la concepción de Tomás de Aquino, son constitutivas de la
vida feliz, pero no se identifican con el fin último: son queridas por sí
mismas, como dice Aristóteles, pero no como bien supremo.
d)
La ley moral: el orden de la razón, reforzado por la
revelación de los mandamientos indica
los actos necesarios para obrar virtuosamente, el camino que conduce hacia el
fin, que es la plenitud del hombre. El fin determina que existan los
mandamientos, y el cumplimiento de estos equivale a realizar las acciones
virtuosas. Pero con La tradición de Tomás de Aquino comienza a sufrir un
desmembramiento desde el mismo siglo XIV, pero su rival más serio y articulado
emerge con la Ilustración.
En definitiva, por moral
entendemos el conjunto de normas y reglas de acción destinadas a regular las
relaciones de los individuos en una comunidad social dada.
Partiendo de esa definición de moral, el significado,
función y validez de esas relaciones, se ven obligadas a variar históricamente
en las diferentes sociedades, del mismo modo que unas sociedades suceden a
otras, dado el carácter cambiante de la misma vida del hombre.
Este ahistoricismo moral, en el campo de la reflexión
ética, sigue tres direcciones fundamentales:
1-Dios
como origen o fuente de la moral: (atribuyen la procedencia
de la moral a Dios, entendido como ser supremo, del que todo emana).
2-La
naturaleza como origen o fuente de la moral: (esta corriente
defiende que la moral no es sino un instinto biológico mas del hombre,
entendido en este caso como un ser natural, biológico, en definitiva un animal.
En este sentido, Darwin llegó a afirmar que los animales conocen casi todos los
sentimientos morales de los hombres, como amor, felicidad, lealtad, etc.
3-El
hombre como origen y fuente de la moral: Entendiéndose un hombre
dotado de una esencia eterna e inmutable, inherente a todos los individuos,
cualesquiera que sean las vicisitudes históricas o la situación social. De este
modo, la moral permanece y dura a lo largo de los cambios históricos y
sociales.
Estas tres concepciones coinciden en buscar el origen de
la moral fuera del hombre, o más bien fuera de la dimensión histórica y social
de este.
Con todo esto, decimos que la moral de las sociedades
cambia a medida que cambian las relaciones entre los seres humanos. Si se
admite como valida una relación de dominación de un hombre sobre otro, de una
clase social sobre otra, de un país sobre otro, de una sociedad sobre otra, no
queda mas que aceptar la idea de que la moral imperante en esa sociedad, será
la moral del dominador, la moral del esclavista, la moral de la clase
dominante, del país colonizador, etc.
Esto es lo que ha venido sucediendo a
través de la historia de la humanidad, las ideas o la moral de los más fuertes,
de los “superiores” se ha impuesto sobre la moral de los más “débiles”; no
quiere decir esto que estos últimos no hayan tenido una moral propia, sino que,
ha sido ensombrecida con la moral de aquellos.
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